Relaciones Tóxicas (Parte 2)

La exposición a las relaciones tóxicas daña nuestra capacidad cognitiva

Como principio, tenemos que entender la toxicidad. Descubrir cómo influencia nuestro bienestar, es nuestro punto de partida. Luego de analizar las diferentes personalidades, comprenderemos con profundidad cómo nos afectan. 

Como estamos dentro de una máquina humana, nuestro cuerpo sutil y burdo se alimenta de estímulos constantes generados por alimentos, emociones, sensaciones y demás. Hay una gran variedad de estos estímulos y muchos de ellos nos causan fuertes emociones negativas. 

Debemos transmutar estas vivencias, transformándolas en un aprendizaje. Para lograrlo, tenemos que entender el producto de la dualidad constante en que vivimos. Sobre la marcha, tenemos que precavernos de no caer víctimas del estrés que genera dicha dualidad.

Si nos distraemos mucho, estas vivencias pueden extenderse en patologías emocionales, fácilmente transformables en tumores o enfermedades varias.

Este estrés es bastante dañino para nuestro sistema emocional, quien es el receptor inmediato de las relaciones tóxicas. Incluso, si nos exponemos por poco tiempo a estos estímulos, pueden comprometer nuestros pensamientos y confundir con facilidad la glándula pineal. 

Esta glándula, tiene como responsabilidad traducir las vivencias, ayudándonos a discriminar entre las emociones y la racionalidad en ambos hemisferios cerebrales. El hipocampo y las neuronas que lo habitan, pueden sentir un fuerte impacto en la forma que usamos esta importante área del cerebro, responsable del razonamiento y la memoria. 

La exposición al estrés, por corta que sea, tiene el potencial de alterarnos considerablemente. Pero, cuando hemos estado expuestos a largos periodos de estrés, necesitaremos un trabajo intenso para poder volver a re-estructurarnos. Incluso, a veces, se generan traumas irreversibles, donde se necesita de ayuda profesional para reestablecer el equilibrio físico y emocionpal. En “Relaciones Tóxicas Primera Parte”, hay un breve resumen sobre posibles patologías resultantes.

Las personas o las relaciones, ¿Pueden cambiar?

Tenemos que tener mucho cuidado a la hora de etiquetar a las personas. Establecer etiquetas es necesario, es la única forma de poder discriminar. Tenemos que establecerlas porque es parte de la existencia… mujer, hombre, rico, pobre, etc; es esencial hacerlo para saber de lo que hablamos. Pero, es esencial que nuestra actitud al etiquetar personas o situaciones, no se transforme en algo tóxico hacia los demás. Si bien es cierto que, en la realidad que vivimos, las personalidades tóxicas están por todos lados. En muchas ocasiones (no en todas), es posible entablar un diálogo y generar un cambio constructivo. En toda relación, solo se necesita que una de las personas recapacite para que dicha relación se modifique.

Partamos de la base que, a la mayoría de nosotros, aquel amor incondicional del cual hablábamos anteriormente nos queda, muy, muy grande. No significa que sea imposible, pero es esencial saber dónde estamos parados para saber cómo llegar a esa meta. 

Habiendo entendido esto, tenemos que saber con plena conciencia, cómo fluyen estas energías de reciprocidad y cómo administrarlas. Cuando alguien no consigue suplir nuestras necesidades, ya sean estas emocionales, intelectuales, físicas o financieras, hay tres opciones a tomar:

  1. Mantenernos en la relación, hasta que la toxicidad vaya desvaneciendo nuestro amor.
  2. Detenernos y reestructurar la relación, explicando nuestra percepción y entablando un diálogo con la otra persona para así lograr un común acuerdo de armonía.
  3. Distanciarnos y olvidarnos de esa relación. Entendiendo que tenemos caminos y tiempos diferentes de evolución.
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Foto por Adryan RA en Unsplash

Porque mantenernos en una relación tóxica

La mayoría de nosotros comprendemos fácilmente lo que implica mantenernos en una relación tóxica. El punto esencial a entender, es la necesidad de darnos cuenta del efecto que esto nos está ocasionando, tanto a nosotros como a la otra persona. Si los integrantes de dicha relación están insatisfechos y escogen permanecer en ella, ambas partes serán responsables de la reacción a las acciones que implica esta unión. 

Cuando nos vemos a nosotros mismos como siendo quienes más entregan en una relación, tenemos que comprender nuestras emociones. Analizarlas para poder descubrir el efecto que nos están ocasionando. El estudio de nuestras emociones debería desvelarnos si estamos insatisfechos o no, poner las cosas en una balanza no es mala idea. Si las emociones son nocivas estamos ante un gatillo que debería despertar nuestro sistema de alertas. Ellas mismas serán las que nos expliquen dónde estamos parados. Comenzar a sentir apatía por juntarnos, incomodidad a la hora de hacer planes para compartir tiempo juntos y sensaciones similares, serán expresiones emocionales que debemos observar. 

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Foto por Ibrahim Rifath en Unsplash

Y así, inconscientemente, empezaremos a generar excusas, y a la vez, despertaremos pensamientos sobre el tiempo, y el valor del buen uso de este en nuestras vidas. Esto, generalmente, sucede cuando comenzamos a sentir que perdemos tiempo compartiendo momentos con dichas personas. Es una sensación que queda muy grabada en nuestra memoria.

Ahora bien, cuando estamos en el preciso momento donde compartimos tiempo con estas personas, tenemos que activar nuestra capacidad de observación. Es esencial aprender a observar el lenguaje corporal, tanto el nuestro como el de los demás, esto nos ayudará a comprender con más claridad dónde estamos parados. Si vemos que dichas personas solo escuchan, sin aportar alguna fluidez intelectual al diálogo, o si no demuestran un agradecimiento por lo que están recibiendo; es una señal de que hay algo que no está fluyendo apropiadamente.

La actitud natural en las relaciones fluidas es la valoración mutua. Ya sea el receptor como el dador, ambos percibirán la existencia de dicha valoración. Al sentirnos apreciados, percibimos una sensación satisfactoria y nos impulsa a continuar compartiendo. Esto no solo está conectado a lo que ya compartimos, sino que nos inspirará a profundizar en futuras charlas, generando que la relación no sea estática. Sucede la magia, una expansión natural en las ideas compartidas.

Cuando somos los “receptores”, la situación es más fácil. Es regocijante comprendernos como “beneficiarios”. Desde la comprensión de nuestra auspiciosa realidad, es esencial que activemos el mecanismo de la conciencia que nos impulsa a agradecer. Es un proceso súper reconfortante, debido a que puede ser expandido a todo lo que recibimos en la vida. 

Principalmente, cuando comprendemos que nuestro karma nos regaló la presencia de una persona que nos instruya o que nos imparte conocimiento. Deberíamos sentir la necesidad de recompensar a esa persona. Habitualmente, sólo dialogamos con gente del común denominador. Pero, cuando alguien que desbloquea nuestra percepción de la realidad se nos manifiesta, implica que tenemos que cuidarla como una de las cosas más valiosas en nuestra vida.

Cuando logramos hacer esta corrección en relación a las jerarquías de las personas que nos cruzamos, es cuando podemos comprender lo poco que entendemos sobre las relaciones y, consecuentemente, sobre la energía que emanan. Cuando las jerarquías están establecidas en base a las “formas”, perdemos de vista el tremendo valor de la “sustancia”. Abrir los ojos a dicha sustancia es un regalo inigualable. Ni siquiera hay forma de pagarlo. Puede que solo un preso pueda comprenderlo cuando es puesto en libertad. El presidio mental solo puede ser aliviado por almas libres, esas almas, son las que tenemos que buscar constantemente en nuestras vidas. 

Mientras no salgamos de las relaciones tóxicas, será muy difícil que se active la presencia de sabios en nuestras vidas, ya que nosotros mismos establecimos la permisividad de una vida tóxica. Algunas veces, tenemos la bendición divina de encontrarnos con dichas almas, solo para comprender dónde estamos parados. Finalmente, cualquier persona que nos crucemos en la vida es un regalo divino, eso sí, solo cuando logremos diferenciarlas podremos actuar en consecuencia. Mantenernos en relaciones tóxicas, luego de percibir la situación, implica que estamos entrando en la peligrosa ciénaga del “síndrome de Estocolmo”.

Detenernos y reestructurar relaciones

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Cuando llegamos a un punto de inflección y descubrimos que la relación está siendo tóxica, es compulsorio tomarnos un tiempo e intentar reconstruir la relación, preferentemente de una forma armoniosa. 

Tenemos que ser conscientes de las diferentes probabilidades. Tal vez, alguno de los integrantes no desee la nueva realidad. Esto puede suceder en ambas direcciones, tanto del dador como del receptor. Aunque es generalmente el dador quien se da cuenta de esta realidad, también suceden excepciones donde el receptor comprende que la relación llegó a un punto de estancamiento, en ese momento la necesidad de una evolución se manifiesta por sí misma.

Para activar el mecanismo de cambio, tenemos que ser muy conscientes de cuánto estamos dispuestos a entregar, en pro de un crecimiento mutuo. 

Hay momentos donde podremos comprender que la relación tiene salvación. 

Es allí cuando debemos plantearnos qué estrategia intelectual usaremos para lograr el cambio necesario. Es esencial poner en práctica un mecanismo de acción que incluya varias herramientas como: empatía, tacto, inteligencia y mucho amor. 

Todas las situaciones donde establecemos un cambio son cautivantes. Primariamente, estamos muy apegados a una zona de confort, pero al lograr salir de ella podemos descubrir la magia en acción. Definitivamente, nos ayuda mucho en el crecimiento personal ya que nos dejan ver cómo estamos y, principalmente, que queremos en la vida.  

Concientizarnos es esencial, aprender que en cada momento de nuestras vidas somos beneficiarios de lo que necesitamos para crecer internamente. Es esencial para pasar al siguiente escalón evolutivo. Por ende, tenemos que estar dispuestos tanto a soltar como a re-estructurarnos, y esto sucede sobre la marcha.

Distanciarnos y olvidarnos de esa relaciones

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En esta situación tenemos que ser muy determinados, ya que puede que estemos en una relación tóxica que lleva mucho tiempo o puede que dicha relación está haciéndole daño a terceros. Incluso, a menudo el problema está relacionado con parientes que, según un dictamen social, no deberíamos abandonar o deberíamos aceptar incluso si nos hacen daño.

Ante todo, debemos apreciarnos a nosotros mismos como seres bellísimos, que no merecemos ningún sufrimiento y definitivamente somos parte de una perfección divina. Dicha perfección nos establece como seres amorosos, receptores de la misma cualidad amorosa, ya sea el entorno así como las demás personas que nos encontramos, en el transcurso de nuestra vida. Si no estamos recibiendo esta energía rejuvenecedora que carga el amor, estamos estancados en una relación tóxica y es compulsorio activar alguna estrategia para modificar esta situación.

Cuando logramos comprender lo que sucede, tenemos que comprender que, si optamos por un distanciamiento, este distanciamiento tiene que ser graduado con respecto al nivel de toxicidad que las personas emanan.

 Hay personas que con un simple enfriamiento de la relación, ayudan a que suceda lo necesario, tanto una reestructuración como un distanciamiento. Cualquiera de estos dos serán beneficiosos y nos ayudará a percibir con más claridad dónde estamos parados.

Cuando llegamos a la situación de comprender la necesidad de un distanciamiento definitivo, tenemos que comprender que el remover la energía de la persona tóxica, puede ser mucho más profundo de lo que creemos. A veces, incluso necesitamos incluir rituales como para erradicar patrones de conducta, que nos fueron instaurados por dichas personas. Tenemos que asumir que, para que podamos recomenzar en suelo fértil, tendremos que tomar acciones bastante radicales, un buen observador comprenderá lo que es necesario. Cuando no logramos comprender cómo funciona la toxicidad, lo más aconsejable es que busquemos ayuda, un guía siempre viene bien y podrá ver el problema con los ojos de la neutralidad.

Otras veces, no es tan intensa la distancia que tenemos que establecer, pero cuando es así, ya estaríamos ante una posible reestructuración a futuro. Todo depende de, que trabajo mutuo estamos dispuestos a aceptar, y la escala de valores que cada participante de la relación esté manejando. 

Como sea, cuando percibimos la toxicidad, estemos en la situación que estemos, tendremos que actuar. Ya sea que necesite una acción u otra, o incluso, si ni siquiera podemos salir, pero milagrosamente llegamos a leer todo esto, o tal vez alguien más pasa por esto y tenemos que ayudarlo. Siempre estaremos expuestos a la presencia de la toxicidad, de una manera u otra.  Es muy importante que nos demos un tiempo de distanciamiento, para no terminar en un lugar donde probablemente, ya no podamos salir. Tenemos que ser muy conscientes de que el amor propio, es la base esencial con la cual mediremos nuestras relaciones. Cuanto más amor propio tengamos, menos personas tóxicas dejaremos ingresar en nuestro círculo íntimo.

Seamos parte del cambio, estudiemos con sabiduría la naturaleza de las relaciones y trabajemos por generar un buen ambiente allí donde vayamos, no seamos permisivos, respetémonos a nosotros mismos y establezcamos el amor como única forma de interacción, desde esa realidad será más fácil comprendernos en nuestra esencia divina.

Continúa en Relaciones Tóxicas (Tercera Parte).

Nos vemos en el próximo post!!!

Radhe Radhe

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